Más por menos

 A lo  largo del recorrido de la puñetera crisis que nos azota hemos ido viendo cómo nuestros derechos de ciudadanía se han ido recortando con la excusa de las decisiones de este gobierno que eufemísticamente las llama “reformas”. Bueno de este y del anterior porque el último gobierno de Zapatero tampoco se quedó corto con su “plan de reformas”.

Nos han aumentado los impuestos que juraron no tocar. Nos han aumentado los precios de los productos básicos. Nos imponen reformas laborales que aumentan el paro, aunque nos explican que tardarán un poco en visualizarse sus aspectos más positivos. Se han cargado los servicios públicos de calidad, dejándolos como entes esqueléticos y sin recursos para funcionar correctamente. Nos imponen una reforma educativa que pretende “españolizar” como en el franquismo y usurpar competencias que son de las comunidades autónomas. Y además pretenden imponer su control sobre nuestros cuerpos de mujeres a través de una reforma de la ley del aborto. O dejan a pensionistas empobrecidos por el repago farmacéutico. O a las personas dependientes sin su derecho a la percepción de sus percepciones porque van rebajándoles su grado de dependencia. O dejan sin presupuesto la sensibilización contra la violencia machista devolviendo a las mujeres víctimas a su condición de culpables por atentar contra el orden establecido de las familias convencionales que predican los de las faldas largas y negras.

Con todo esto y algunas cosas más tenemos más pobreza, más paro, más desigualdad, más peso de la iglesia en la toma de decisiones políticas a cambio de menos derechos, menos igualdad, menos libertad, menos recursos públicos, etc y, además pretenden que nos callemos y lo aceptemos sin más.

Las niñas y las mujeres nos seguimos llevando la peor parte y, si según los informes de algunas ONG’s el número de personas pobres ha aumentado en estos años, seguramente el perfil sería el del rostro de una mujer.

Y mientras intentan desviar nuestra atención con los desfiles del Día de la Fiesta Nacional recordándonos a todas horas que ha sido el más sobrio y económico de toda la etapa democrática. Ah! Y que no estaban ni la infanta Cristina ni su marido, el inefable Iñaki.

Y la curia eclesiástica, que no ha notado la crisis puesto que no les han afectado las “reformas” (léase recortes), frotándose las manos con las decisiones que este gobierno va tomando. Y, por supuesto aumentando su poder en la sombra, o a plena luz que de todo nos encontramos.

Ellos, los de faldas largas y negras, vuelven a campar a sus anchas transmitiendo sus mensajes misóginos, clasistas y autoritarios a través de las decisiones políticas que desprecian los más esenciales derechos de la democracia como lo son las manifestaciones convocadas para protestar por esta serie de medidas restrictivas de nuestras libertades.

Y con ellos, con los de faldas largas y negras, todos aquellos nostálgicos que pretenden recuperar un régimen en el que no existieran expresiones como la de negociación y sólo existiera la de imposición. Donde no existiera posibilidad de discrepar y sólo dejaran espacio para la obediencia. Donde los derechos fueran una utopía y el silencio y la sumisión a los poderosos, a ellos, la norma a seguir.

Pero incluso con la crisis somos muchas y muchos quienes denunciamos este tipo de agresiones a nuestros derechos conseguidos gracias a la lucha e incluso vida de muchas mujeres y hombres que nos precedieron y no vamos a permitir que, de nuevo, se pisotee su lucha o su memoria.

Saldremos a la calle, a las redes sociales, a aquellos espacios en donde podamos gritar o mantener silencio, según nos venga en gana para reivindicar que nuestros cuerpos y nuestras libertades no se tocan, no se maltratan, no se pisotean. Y a gritarles a los de faldas largas y negras que dejen de maltratarnos a las mujeres como lo han hecho a lo largo de la historia, ni a pretender gobernar nuestros cuerpos y nuestro derecho a decidir a golpe de decreto ley sin tener en cuenta que somos y seremos resistentes y resilentes a sus mandatos.

A ellos, a todos ellos, los de faldas largas y negras les acuso de muchos de los problemas que nos afectan como sociedad en general y como mujeres. Les acuso de pretender un estado sin derechos, sin justicia social, sin la intervención de la ciudadanía crítica, sin libertades, sin igualdad. Un estado dirigido por sus adeptos pudientes que siguen expoliando y explotando a la ciudadanía. Un estado en donde las mujeres sólo seamos subsidiarias de los hombres y no sus iguales. Un estado en donde el miedo, su propio miedo, sea el que impere en lugar del derecho y la igualdad.

Y también acuso a los gobernantes actuales que se han plegado a este mandato pretendiendo imponer medidas que, aparte de ser injustas, son insolidarias y que atentan contra la verdadera esencia de un estado democrático y de derecho. Les acuso de haber convertido la democracia o poder del pueblo en algo que responde sólo a que nos pidan el voto cada cuatro años y a la que están asfixiando para poder imponer a través del miedo, sus mandatos y creencias sin ningún respeto a quienes opinamos de forma diferente.

Necios con aspiraciones despóticas, mezquinos misóginos, yo os acuso públicamente de desear tener mucho más poder y privilegios para unos pocos, a cambio de muchas menos libertades y mucho más sufrimiento para muchos millones de personas.

Seguramente habrá quien os pueda perdonar pero yo no. Y, espero que la gente a la que estáis condenando a la pobreza y al sufrimiento, a la falta de libertades y de derechos, a no poder ser atendidos como personas con dignidad y pasar a ser atendidos sólo como paradas o parados o como seres subsidiados por ser grandes dependientes o mujeres que han sido víctimas de terrorismo machista, que todas esas personas y muchas más, tampoco os puedan perdonar nunca y os acusen públicamente desde cualquier tribuna.

Yo voy a seguir plantando cara y acusándoos públicamente. No os perdono, ni os perdonaré.

Quiero, exijo más libertades, más justicia social y menos mezquindad política.

Ben cordialment,

Teresa

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Alicia Murillo Ruiz

Alicia Murillo Ruiz