Por fin!!!

         Ya avisé que me pasaría por este espacio de vez en cuando para mantenerlo vivo y poder ir vertiendo no solo opiniones, también otro tipo de emociones. Pero necesitaba parar y respirar porque el dos mil veintitrés fue un año emocionalmente bastante duro. Y, aquí estoy de nuevo, tachín…

Si, por fin acabaron las fiestas y ya podemos afirmar que ha comenzado el año con esa normalidad deseada y que las fiestas navideñas nos impiden.

         Si el dos mil veintitrés acabó con una cifra espeluznante de feminicidios en el Estado Español, el año recién comenzado avanza imparable en el mismo sentido. A pesar de que no he encontrado datos, quizás por las propias navidades, varias mujeres han sido agredidas sexualmente desde la noche de final de año y creo recordar que ya ha habido algún asesinato.

         Pero si este tipo violencias machistas son espeluznantes y van en contra de la libertad y la dignidad de las mujeres en todo el mundo, lo peor es que gracias a las políticas neoliberales que legislan para que los deseos de, mayoritariamente hombres, se conviertan en leyes e incluso en leyes que amordazan a quienes no piensen como ellos, el retroceso en derechos de las mujeres es un hecho.

         La última noticia que he conocido esta mañana es que la OMS puede acabar nombrando a un hombre que se describe a sí mismo como “una activista transfemenina, académica y zorra” para colaborar en su primera guía mundial sobre “atención de afirmación de género”. Así, tal y como suena y con todas sus letras. Os invito a que leáis el artículo enlazado para que veáis por donde van a ir los tiros en los próximos años, si desde el feminismo no conseguimos parar esta barbarie.

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Un gran derecho que conquistar

Escribo justo el Día Internacional del Libro y hace un rato navegando por las redes me encontré con una entrada en una de ellas de mi querida Begoña Piñero en la que nos recordaba a las niñas y mujeres a las que impiden leer o, directamente no se las enseña con el claro objetivo de mantenerlas en la ignorancia y, por tanto, al servicio del patriarcado.

La verdad es que no consigo recordarme sin uno o varios libros sobre la mesita de noche o sobre el brazo del sofá y, últimamente y como consecuencia de problemas con las cervicales, sobre un pequeño atril que previsoramente me regalaron mis hermanas.

En casa de mis padres fuimos criadas cinco hermanas y las palabras que más recuerdo desde que tengo uso de razón siempre fueron dos: “lee” y “estudia”. Su mayor obsesión era nuestro aprendizaje y se esforzaron mucho y renunciaron a mucho por conseguir que nosotras pidiéramos estudiar un mínimo. Ese mínimo era el BUP en tiempos en los que todavía nos podían poner a trabajar a los catorce años para colaborar en la economía familiar.

He recordado cuando leí el post de Begoña, ese esfuerzo de una pareja en la cual él era un albañil de una fábrica de mantas y ella una ama de casa de, además cosía para otras personas cuando podía y que tuvieron cinco hijas a las que se empeñaron en inculcar el amor a los libros.

El esfuerzo de mis padres es un ejemplo de lo claro que ambos tenían que solo la cultura de los libros nos podría salvar de una vida de sometimiento y nos aportaría claves para decidir qué y quienes querríamos ser en el futuro.

Ellos, a sus ochenta y cuatro y ochenta y tres años siguen leyendo lo que pueden y nosotras somos lectoras voraces gracias a ellos.

Pienso en todas las niñas a las cuales impiden aprender a leer para que se dediquen a transportar agua para la familia o a cuidar a sus hermanos menores mientras sus padres se matan a trabajar para poder darles de comer y reconozco que se me parte el alma.

Se me parte el alma porque les roban un derecho básico como lo es leer y, por tanto, también les roban el acceso a la cultura, al conocimiento, a la libertad de pensamiento, de decisión, en definitiva a la libertad en sí misma.

Al robarles ese derecho, también se les está negando un futuro fuera de las imposiciones familiares o culturales, sobre su propio cuerpo y a decidir sobre su propia vida que es lo que siempre ha pretendido y, en demasiadas ocasiones ha conseguido, el patriarcado con sus imposiciones y sus privilegios.

La subordinación histórica de las mujeres solo comenzó a cuestionarse cuando las mujeres tuvimos acceso a la cultura y, por tanto, a exigir salir de ese espacio de dominación que tan cómodo le resulta al patriarcado.

Ya Safo y Aspasia de Mileto, fundaron escuelas de mujeres en donde las alumnas eran educadas para ser libres. Y estamos hablando de los siglos VII antes de Cristo en el caso de Safo y del siglo V Antes de Cristo en el caso de Aspasia. En ambos casos las dos fueron conscientes de la necesidad de educar a las niñas para poder avanzar en libertades. Después llegaría Hypatia a la que ya asesinaron por haber cuestionado las creencias y, por tanto, la cultura tradicional masculina.

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Caballo de Troya

         Gracias a una amiga acabo de conocer que Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y firme defensora de la legalización de la prostitución, ha acusado a Carmen Calvo de alienarse con la derecha en materia de igualdad.

         No seré yo quien defienda a Carmen Calvo, que sabe defenderse sola, pero si comparto con ella su visión del feminismo radical el que, como ya he dicho en muchas ocasiones, va a la raíz de l0s problemas para, desde allí, identificarlos y buscar soluciones.

         Y, además, Ada Colau según noticias publicadas, acompañará a Yolanda Díaz en su propuesta electoral SUMAR. Con lo cual, si ese es el planteamiento en el tema de la prostitución y con la recién aprobada ley trans de estas dos referentes políticas que buscan ser la alternativa de PODEMOS, apaga y vámonos.

         Estas nuevas izquierdas que abandonan la defensa de la realidad material de las mujeres como referentes específicos y biológicos, para las políticas de igualdad, no nos representan a muchas feministas. Y, lo que es peor, por mucho que se llamen feministas, al igual quelas representantes del Ministerio de Igualdad, esencialmente no lo son. Sencillamente y una vez más están intentando convertirse en un caballo de Troya del feminismo para destruirlo desde dentro.

         Como es obvio, yo no soy quien para repartir carnets de feminismo a nadie, pero llevo a mis espaldas muchos años de formación, de estudios y de reflexiones para reconocer qué es el feminismo que me representa y cual es una farsa que sólo busca apropiarse de los logros históricos del feminismo para, de ese modo, autoproclamarse feministas,

         El feminismo es un movimiento político y social de carácter universalista y solidario y que, básicamente defiende que mujeres y hombres somos iguales en derechos, libertades, oportunidades y acceso a los recursos de todo tipo. Es una teoría y práctica política articulada por mujeres que, tras analizar la realidad en la que vivimos y las diferentes opresiones que seguimos padeciendo por haber nacido mujeres, las identificamos, señalamos, nombramos y nos organizamos para cambiar esa sociedad patriarcal que nos oprime. Y lo hace por haber nacido con sexo femenino. Porque sexo y género son cuestiones diferenciadas. Mientras el sexo es biológico y, como dice mi amiga Maite, nacemos con cromosomas XX las mujeres y XY los hombres, el género es una construcción social, naturalizada a lo largo de los siglos y por grandes pensadores y, por qué no decirlo también por las grandes religiones monoteístas, para mantener un sistema de obediencia y sumisión de las mujeres ante los hombres que, de ese modo conservaban intactos sus privilegios y todo el poder económico, social y político.

         El resto de los movimientos ideológicos, serán otras cuestiones, pero no es feminismo. Y que conste que me parecen todos ellos, salvo los relacionados con la ultraderecha homófoba, misógina y racista, muy lícitos en sus planteamientos y en su diversidad.

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Óptica adecuada

         Con motivo del pasado ocho de marzo di una charla en mi ciudad sobre los aportes que el feminismo ha realizado para el avance democrático y social. Para ello preparé unas diapositivas con temas variados.

         Realizar este tipo de trabajos siempre nos enriquece porque nos obliga a explorar temas que, o bien por desconocidos o por olvidados, hemos de recuperar para la explicación.

         Aparte de este trabajo de búsqueda y recopilación tengo la fortuna de contar con amigas a las que acudir en caso de dudas que siempre me escuchan con atención, me corrigen e incluso me aportan sus puntos de vista, siempre enriquecedores. En este caso fue Tere Nieto la que me ayudó para que recordara algunos temas fundamentales, como por ejemplo el papel de las mujeres durante la Segunda República.

Un papel interesadamente ocultado por el régimen fascista del dictador, que no solo se encargó de devolver a las mujeres a sus casas y encerrarlas a cal y canto, sino que también hizo “bien” su trabajo de borrado de las mejoras que se consiguieron a través de la Constitución de 1931.

         Al recordarlas en las diapositivas, surgió el debate posterior, puesto que la mayoría de los presentes reconocieron no saber que derechos como el aborto, el divorcio, la libre elección de profesión y la prohibición de discriminación laboral para las mujeres nacieron en aquella Constitución de 1931. Y fueron muchas más las personas que desconocían que, ya entonces, se declaró al Estado Español como laico y se prohibió que la enseñanza obligatoria para niñas y niños estuviera en manos de congregaciones religiosas.

         Los actuales avances de los derechos de las mujeres no nacieron en la Constitución de 1978. No. Algunos de ellos se recuperaron de la del 31 y otros como el aborto o el divorcio todavía tuvieron que esperar algunos años para ser, de nuevo, una realidad. Seamos pues justas con el feminismo de la Segunda República y recuperemos la voz silenciada y ocultada interesadamente de tantas mujeres que lucharon por aquellos derechos que luego serían arrebatados por el régimen fascista del dictador Franco.

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El sexo existe

         Con la aprobación de la llamada “Ley trans” en el Senado esta semana y su retorno al Congreso para su aprobación definitiva se están superando todas las barreras para su aprobación por urgencia.

         Una ley que para lograr su aprobación ha usurpado el debate parlamentario al no haber permitido en su tramitación la comparecencia de personas expertas que pudieren expones las consecuencias de su aplicación, sobre todo en menores, pero también en adultas.

         Una ley que borra de un plumazo los efectos de la ley orgánica para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres que tantos esfuerzos costó a tanta gente y cuya aplicación consiguió, entre otras cosas, la casi paridad en listas electorales, la desagregación por sexos de los datos importantes como los de paro, empleo, expectativas de vida, etc. y que con la desaparición del factor “sexo” van a ser ninguneados y troceados para quedar sin valor.

         Porque les guste o no a quienes, desgraciadamente para las mujeres y las niñas, han promovido esta ley, el sexo sigue y seguirá existiendo por mucho que nos quieran imponer el género como categoría social. Las mujeres seguiremos siendo mujeres les pese a quien les pese. Y nuestra capacidad de gestar o no y al menos de momento, la seguiremos teniendo solo nosotras. Insisto tanto siles gusta como si no.

         Podrán disfrazar la realidad material de la categoría “sexo” como les dé la gana, pero pese a todos sus esfuerzos, seguirá siendo una realidad material.

         Por mucho que se esfuercen en inventar una neolengua que intente borrar a las mujeres, como de hecho ya está ocurriendo, seguiremos estando ahí y reivindicando la superación de las desigualdades que sufrimos por haber nacido mujeres. Y a las mujeres lesbianas les vamos a tener que prestar una especial atención, como también estamos ya viendo por los efectos de los derechos que se van a otorgar a algunas personas en base a sus deseos.

         Y volvemos a la imposición de los deseos sobre los derechos de más de la mitad de la población que somos las mujeres. Deseos que ponen en peligro la dignidad y los derechos de todas las mujeres y las niñas. Deseos de una escandalosa minoría que van a dañar sus cuerpos permanentemente y a destrozar sus vidas al quedar sujetos a medicación crónica sin necesidad previa.

         Deseos que van a condicionar los espacios de seguridad de las mujeres al tenerlos que compartir con quienes “se sienten” mujeres sin serlo como vestuarios, aseos, etc. por no hablar de los módulos de las mujeres en las cárceles en los cuáles van a poder tener entrada y libre acceso a los cuerpos de las mujeres los varones que se “sientan” mujeres porque con su simple deseo bastará para serlo.

         Tiempos de distopías gracias a una izquierda que ha acudido a satisfacer los deseos de una minoría caprichosa y adicta al neoliberalismo más consumista, incluso de cuerpos humanos, en lugar de atender las necesidades de igualdad real de más de la mitad de la población que somos las mujeres. Y que han utilizado los medios económicos e institucionales que deberían haber sido utilizados para combatir las violencias machistas por ejemplo, para impulsar políticas que nada tienen que ver con ello y que incluso las potencian aunque sea de manera indirecta.

Triste realidad la que nos toca vivir a las mujeres atrapadas entre la distopía promocionada por una izquierda posmoderna y chupiguay con mucho brilli brilli pero sin fundamento y la ultraderecha que pretende hacer retroceder nuestros derechos ya, al menos teóricamente, consolidados.

No será este momento histórico recordado con cariño por quienes aspiramos a que el futuro para nuestras niñas sea mejor que el nuestro.

Me siento, como ya he dicho en numerosas ocasiones, traicionada por esta izquierda desnortada que no ha dudado en venderse a los intereses de grandes multinacionales farmacéuticas y médicas que son las que verdaderamente van a ganar con la aprobación de esta ley distópica.

Y, si siempre hemos mirado a los países nórdicos en cuestiones de derechos sociales, ¿Por qué no los observan ahora que, al comprobar los daños colaterales de la aplicación de este tipo de leyes, están dando marcha atrás? Todavía es posible no cometer este error histórico de intentar borrar la realidad material del sexo por la del género sentido. Todavía y con voluntad política se podría parar esta locura. Pero mucho me temo que, de nuevo, la arrogancia y la prepotencia de algunas se van a imponer.

Solo me queda recordar que el feminismo no vota a traidores. Y que la izquierda posmoderna chupi guay nos ha traicionado a las mujeres y al feminismo. Y quiero admitir que siento mucho dolor y mucha rabia al escribir que me siento traicionada por esa izquierda a quien jamás volveré a votar.

Porque les guste o no, el sexo como realidad material seguirá existiendo y las mujeres seguiremos siendo mujeres, aunque pretendan disfrazarlo de mil maneras. Aunque se inventen palabros o expresiones para no nombrarnos, seguiremos siéndolo siempre.

Insisto: Feminismo no vota a partidos que nos han traicionado. Y estamos en año electoral. Antes voto nulo que votar a quien nos ha traicionado desde la izquierda.

Ben cordialment,

Teresa

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El «regalo» a las mujeres de Castilla y León

         Después del parón por las fiestas navideñas nos encontramos con el regalito envenenado que el vicepresidente del gobierno de Castilla y León ha propuesto hacer a las mujeres embarazadas de du comunidad: poner más trabas a su decisión libre de interrumpir su embarazo.

         Y es que la derecha, cuando se trata de la libertad sexual y reproductiva de las mujeres, de inmediato se pone de los nervios y a intentar por todos los medios anteponer la moral impuesta por sus creencias religiosas, a la plena libertad de las mujeres sobre sus cuerpos, su placer y su deseo o no de ser madres.

         Sin embargo, dentro de esa misma moral no entran restricciones a la libertad sexual y reproductiva de los hombres ya que en ningún momento se condenan sus “visitas” a violar mujeres prostituidas, por ejemplo. O mantienen un silencio cómplice con cada asesinato de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Muy “coherente” todo con los hombres.

         Pero con las mujeres la cosa cambia. Y ocurre esto y así, porque en el fondo, la derecha y la ultraderecha, a las mujeres nos consideran a las mujeres seres al servicio exclusivo de los deseos de los hombres y sin capacidad para decidir sobre nuestras propias vidas, sobre nuestros propios cuerpos y, por extensión, sobre nuestro placer propio.

         Si a esta concepción patrimonial de la posesión de las mujeres, le añadimos la necesidad perentoria de control de su descendencia a través de las gestaciones que ellos siguen sin poder realizar, nos encontraremos con situaciones muy “delicadas” para sus intereses.

         Y situaciones “delicadas” como consecuencia de la imposibilidad de gestar de los hombres pueden ser, como ya se hace, la compraventa de criaturas por vientres de alquiler de mujeres vulnerables económicamente, y ante lo cual, también existe un silencio cómplice por parte de las instituciones religiosas. Curioso.

         O quizás no tan curioso, si tenemos en cuenta cómo algunas congregaciones religiosas que dirigían algunos hospitales robaron criaturas, durante décadas de mujeres tanto solas, como con familias para entregarlas a gentes de posiciones elevadas a cambio de dinero. O, dicho de otro modo, ya ejercieron esta compraventa de criaturas hasta no hace demasiados años con la complicidad de estas instituciones religiosas que se espantan ante la posibilidad de una interrupción voluntaria del embarazo, pero que no tienen escrúpulos a la hora de comerciar con criaturas arrancada de sus madres para ser vendidas.

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¿En beneficio de quién?

         El feminismo lleva años denunciando la profunda patriarcalización de la justicia, tanto en su elaboración que atañe a los tres poderes del Estado.

         Atañe al ejecutivo que manifiesta su voluntad política de elaborar leyes que ha de aprobar, mediante negociación con otras fuerzas políticas si no se tiene mayoría absoluta, en el Parlamento.

         Afecta al legislativo porque es quien ha de aprobar las leyes y darles su forma definitiva.

         Y, por supuesto afecta al judicial que es quien ha de interpretar y aplicar dichas leyes.

         Por tanto, cuando se denuncia esa patriarcalicación de la justicia, en realidad no hablamos solo de la interpretación de las leyes, que también, hablamos, en definitiva, de cómo ese proceso viene mandatado por el sistema patriarcal, cuando no se quiere escuchar a las voces expertas que pueden advertir sobre lo que puede ocurrir si se descuidan algunos aspectos que suelen pasar desapercibidos. Mejor dicho, que el patriarcado se encarga de hacerlos pasar inadvertidos para su mejor gloria y pervivencia.

         Las mujeres lo vivimos en primera persona cuando no se quiere escuchar al feminismo porque siempre salimos perdiendo. Ha ocurrido muchas veces, sobre todo cuando ha habido mayorías absolutas y concretamente cunado esas mayorías han sido de derechas. Y no solo hablo de mayorías políticas, también me refiero a las judiciales.

         Lo estamos viviendo en este mismo momento con la tramitación de la llamada “Ley Trans” en la que, a través de la tramitación de urgencia, impulsada por grupos de presión que están marcando la agenda del Ministerio de Igualdad, y al equipo político que lo dirige, se ha usurpado la necesaria discusión parlamentaria y la imprescindible comparecencia de voces expertas para asesorar a quienes han de aprobar dicha norma, con el menor perjuicio social para la mayoría de la población, que somos las mujeres.

         Ocurrió lo mismo con las advertencias que, desde el feminismo, se hicieron ante la aprobación de la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida como ley del solo sí es sí, que se obviaron dichas advertencias y las consecuencias no se han hecho esperar. Hasta el punto en que ya se ha realizado una modificación y el Tribunal Supremo ha hablado a través del recurso que uno de los condenados por el llamado “caro Arandina” realizó en su momento por su sentencia condenatoria.

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El cuerpo de las mujeres

         No es la primera vez que escribo sobre este tema. El cuerpo de mujeres como arma de guerra, como campo de batalla, como materia prima para negocios ilícitos o incluso para sufragar la guerra de Ucrania.

         Hoy, una vez más quiero referirme a nuestros cuerpos de mujeres como espacio que, ahora, incluso quieren borrar y/o copiar de forma un tanto grosera, por decirlo de forma un tanto delicada.

         El cuerpo femenino nunca ha tenido gran importancia aparte de su capacidad de gestar para la sociedad. Ha servido, básicamente como un vehículo a través del cual someternos.

         Someternos con violaciones dentro y fuera del matrimonio o la pareja, con abusos, con intimidaciones y un largo etc. sobre el cual utilizar el poder patriarcal para dominarnos y, así, mantener el control a cualquier precio.

Esas son formas brutales, pero hay otras más sibilinas con las que ejercer ese mismo poder sobre nuestros cuerpos. Me refiero a las modas de cuerpos normativos delgados, casi esqueléticos, insanos pero que los grandes diseñadores de moda, casi todos hombres y misóginos, imponen para que se pueden lucir sus piezas exclusivas. I si no los cumples vienen las críticas, cuando no las burlas que emanan de esa misoginia generalizada.

Además, se suman factores como la gordofobia, cada día más extendida pero que, curiosamente se ceba en las mujeres y no en los hombres, otra forma de presión añadida sobre cómo hemos de ser para “teóricamente” gustarles, sin que importe nuestro estado de salud ni vuestro bienestar físico y emocional.

Y lo peor de esta nueva tendencia es que las mujeres, en general se han subido al carro y son muy pocas las que se aceptan y se quieren tal y como son. Y, como se puede imaginar, sé de lo que hablo. Y, de nuevo el patriarcado impone a las mujeres que juzguen los aspectos físicos de otras mujeres y las cuestionen para, así ganar alianzas y reforzarse.

Otra nueva tendencia que cuestiona nuestros cuerpos es la de disfrazarse de mujer y exigir ser tratadas como mujeres, sin más, como un simple deseo individual que se impone de forma individual y obviándolos siglos de luchas feministas que han impulsado que cada mujer se apropie de su propio cuerpo y decida sobre él por encima de instituciones políticas y religiosas.

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«Solo sí es sí»?

         Estamos en plena eclosión de los primeros y malos resultados de la llamada “ley de solo sí es sí”.

         No soy jurista y, por tanto, esa parte la voy a obviar, pero lo que no voy a hacer es no comentar los resultados. Aunque sea un poco prematuro.

         El movimiento feminista lleva muchos, muchos años denunciando que las violencias machistas no sólo asesinan físicamente a las mujeres y a las criaturas.

El próximo viernes conmemoramos un año más el Día Internacional contra las violencias contra las Mujeres. Y, según el portal Feminicidio.net, por violencias machistas de toda clase y, en lo que llevamos de año, han sido asesinadas 38 mujeres, según cifras oficiales; 2  mujeres no contabilizadas oficialmente; 20 asesinatos de mujeres a manos de familiares; 2 feminicidios infantiles; 7 feminicidios no íntimos; 3 asesinatos de mujeres por robos; 1 mujer asesinada por narcotráfico; 2 feminicidios sin datos suficientes y 1 menor asesinado en el marco de la violencia machista, lo que nos da un total de 76 asesinatos y feminicidios hasta el día seis de noviembre de este año.

         76 vidas humanas perdidas por culpa de un sistema opresor que mata, mutila, viola y agrede a mujeres y criaturas para poder seguir manteniendo sus privilegios.

         Recordemos que la más violenta, silenciosa y criminal de las violencias machistas, es la violencia estructural que, no solo atraviesa de forma transversal todas las estructuras de poder, sean estas económicas, políticas, judiciales, etc. También permite la reproducción de los estereotipos opresores a través de la socialización diferenciada que nos deja una marca indeleble de por vida tanto a hombres como a mujeres.

Y, como decía, la violencia estructural, también afecta a los poderes del Estado y los recorre pese a lo avanzado en los últimos años. De esa manera tanto a la hora de legislar como a la hora de aplicar esa legislación aprobada en el Parlamento, la mirada patriarcal implícita en la violencia estructural, vuelve a ejercer su poder sobre las mujeres. Y eso ocurre siempre que no se tenga la formación adecuada e, incluso teniéndola, a veces ocurre.

Tampoco podemos olvidar que ya son casi mil doscientas las mujeres asesinadas por violencias machistas las contabilizadas desde el año 2003, y, por tanto, solo así entenderemos la magnitud que este fenómeno tiene sobre la vida de las mujeres. Y, por tanto, lo que implica la correcta legislación de las normas y de la aplicación de las mismas leyes por parte de los agentes jurídicos implicados.

De lo contrario, volvemos a revictimizar a las víctimas una y otra vez, desde las propias instituciones que, teóricamente las deberías de proteger.

Quiero pensar que, con la aprobación de la Ley del “solo sí es si” se buscaba aumentar el grado de protección de las víctimas de violencias sexuales, pero, al menos hasta ahora, lo que se está consiguiendo, de nuevo, es proteger a los victimarios y revictimizar a las mujeres agredidas. De nuevo el patriarcado con todas sus armas buscando justificar a los agresores culpabilizando las mujeres de sus propias agresiones y sus consecuencias.

En feminismo no nos podemos permitir tener cortoplacismos. Hay que pensar a corto plazo, de acuerdo, pero sobre todo a medio y largo plazo. Y esto en política se ha de tener muy claro, puesto que de lo contrario nos podemos encontrar con que los plazos, medidos en tiempos electorales, se acaben volviendo en contra de las propias mujeres como ahora mismo estamos comprobando con la entrada en vigor de la ley antes mencionada.

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Por sus…narices!

         Como feminista radical (la que va a la raíz de las cosas) asisto – y escribo- sobre todo el proceso para la aprobación de la llamada Ley Trans.

         Me alucinan muchas cosas de este proceso como por ejemplo la falta de rigor democrático de quienes la proponen y que, al menos en teoría, deberían velar por el avance y consolidación de los derechos de las mujeres.

         Se ha perdido toda una legislatura sin apenas avanzar en derechos, porque salvo la ley llamada “Solo sí es sí” y con salvedades, no se ha desarrollado el Pacto de Estado contra las Violencia de Estado, cuyo impulso y compromiso era una cuestión de coherencia política. Y mientras a las mujeres nos siguen asesinando por ser mujeres. Y a las criaturas para, sobre todo, hacer daño a las madres.

         Todos los esfuerzos han estado dedicados a lograr derechos civiles para un porcentaje ínfimo de la población. Y siempre he dicho que todo lo que conlleve aumentar derechos civiles del conjunto de la población me parecerá siempre estupendo y plausible.

         Pero en este caso, el aumento de derechos para esa parte ínfima de la población que pretende convertir sus deseos en ley tiene una pega. Solo una, pero importantísima: Que esos derechos cercenan y de forma importante, los derechos de algo más de la mitad de la población que somos las mujeres.

         La cancelación en redes sociales, la cancelación de presentación de libros o de conferencias de grandes voces del feminismo, la propuesta de eliminar del Consejo de Estado de una de las principales voces feministas del Estado, así como la invención de una neolengua que pretende borrar la palabra MUJER de su particular diccionario, así como la violencia desatada contra las feministas en algunas concentraciones y/o manifestaciones da una idea de la virulencia de esos postulados, uno de cuyos gritos es “Kill de Terfs” o muerte a las Terfs que es la nueva forma de llamarnos al as feministas radicales. Antes nos llamaban feminazis, pero como he dicho antes, están inventando una neolengua posmoderna chupiguay y brilli brilli que todo lo quiere inundar.

         Es una verdadera pena y una estafa que quienes se decían desde la supuesta izquierda que venían a renovar la política y las instituciones hayan derivado en esto. En una nueva forma de sectarismo que pretende aprobar por urgencia una ley que puede cambiar a peor la vida de algo más de la mitad de la población y que además pretende borrar del diccionario la palabra MUJER, al querer negar el sexo biológico con el que nacemos hombres y mujeres y que es la fuente de la opresión histórica que sufrimos las mujeres.

         Y, nada más y nada menos que por sus…narices, pretenden sustituirlo por el “género sentido”. Ahí es nada.

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Alicia Murillo Ruiz

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