Normalizado

        

Esta semana hemos comprobado cómo se abrieron todos los informativos de radio, Tv así como los periódicos llevaban a sus portadas de papel y digitales con el asesinato de un sacristán en Algeciras a manos de un joven musulmán.

         Ha habido declaraciones de toda clase por parte de la gente que se dedica a la política, a los medios de comunicación, a las tertulias, etc. y en todos los sentidos. Incluso algunas de ellas daban verdadera vergüenza escucharlas.

         No seré yo quien diga que el asesinato de esta persona no haya sido importante, en absoluto. Por supuesto que lo es. Como todos los asesinatos y muertes violentas.

         Y digo esto, porque igual que me parece importante el asesinato de este sacristán de Algeciras, me parecen importantes todos y cada uno de los asesinatos de mujeres y criaturas por violencias machistas incluida la vicaria.

         Sin embargo, parece que se han normalizado estos asesinatos de mujeres y criaturas a manos de asesinos machistas. Que ya forman parte del “paisaje” habitual. Como si la muerte de tantas mujeres cada año fuera una especie de peaje que se tuviera que pagar para seguir avanzando, olvidándonos del sufrimiento previo de estas mujeres, así como del hecho de que tenían derecho a vivir una vida libre de violencias sin que nadie se la arrebatara, a su voluntad y sin las víctimas pudieran hacer nada.

         Y digo nada porque hasta los sistemas de protección están fallando. Desde las instituciones las animan a denunciar, como si fuera tan fácil, para después dejarlas a su suerte en demasiados casos.

         La ley de medidas de protección contra la violencia de género fue un gran avance, no lo niego en absoluto, pero tiene casi veinte años y la sociedad ha cambiado mucho en estos años, por tanto aquella “foto fija” del momento en que se aprobó ha cambiado. En lógica consecuencia, la ley habría que actualizarse.

         Así mismo habría que fiscalizar mejor el destino de los fondos del Pacto de Estado y vigilar que ese dinero cumple en realidad los objetivos a los que debería ir destinado. Invertirlo en prevención y sensibilización para avanzar en la erradicación de todas las violencias machistas y, como consecuencia, en evitar los asesinatos de mujeres y criaturas a manos de machistas recalcitrantes que temen perder el control sobre ellas.

         Normalizar estos asesinatos forma parte básica de otra estrategia que es la más peligrosa de todas: conseguir que se pierda importancia, de nuevo, de estos hechos socialmente y que, de ese modo, se deje de hablar de ellos y se invisibilicen. Forma parte de otro tipo de violencia machista: La estructural

         No podemos olvidar que la violencia estructural de género o machista es aquella que se ha ejercido a lo largo de la historia como consecuencia de la naturalización de las diferencias biológicas entre mujeres y hombres. Y que esa naturalización dio paso a las desigualdades que se asentaron en las diferentes sociedades e instituciones que las gobiernan.

         De ese modo era «natural» que las mujeres estuvieran fuera de los espacios de toma de decisiones de toda índole. Decisiones que también las afectaban.

         Esta forma de exclusión patriarcal ha tenido como consecuencia directa el no haber tomado en consideración las necesidades propias de las mujeres y niñas en temas muy variados de sus vidas y que hayan sido tratadas como un único «corpus» sin voz ni apenas presencia y teniendo que ser representados por los varones de las familias que, en demasiados períodos de la historia, las han tenido consideradas como seres de segunda clase a quienes podían usar y explotar a su antojo.

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El «regalo» a las mujeres de Castilla y León

         Después del parón por las fiestas navideñas nos encontramos con el regalito envenenado que el vicepresidente del gobierno de Castilla y León ha propuesto hacer a las mujeres embarazadas de du comunidad: poner más trabas a su decisión libre de interrumpir su embarazo.

         Y es que la derecha, cuando se trata de la libertad sexual y reproductiva de las mujeres, de inmediato se pone de los nervios y a intentar por todos los medios anteponer la moral impuesta por sus creencias religiosas, a la plena libertad de las mujeres sobre sus cuerpos, su placer y su deseo o no de ser madres.

         Sin embargo, dentro de esa misma moral no entran restricciones a la libertad sexual y reproductiva de los hombres ya que en ningún momento se condenan sus “visitas” a violar mujeres prostituidas, por ejemplo. O mantienen un silencio cómplice con cada asesinato de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Muy “coherente” todo con los hombres.

         Pero con las mujeres la cosa cambia. Y ocurre esto y así, porque en el fondo, la derecha y la ultraderecha, a las mujeres nos consideran a las mujeres seres al servicio exclusivo de los deseos de los hombres y sin capacidad para decidir sobre nuestras propias vidas, sobre nuestros propios cuerpos y, por extensión, sobre nuestro placer propio.

         Si a esta concepción patrimonial de la posesión de las mujeres, le añadimos la necesidad perentoria de control de su descendencia a través de las gestaciones que ellos siguen sin poder realizar, nos encontraremos con situaciones muy “delicadas” para sus intereses.

         Y situaciones “delicadas” como consecuencia de la imposibilidad de gestar de los hombres pueden ser, como ya se hace, la compraventa de criaturas por vientres de alquiler de mujeres vulnerables económicamente, y ante lo cual, también existe un silencio cómplice por parte de las instituciones religiosas. Curioso.

         O quizás no tan curioso, si tenemos en cuenta cómo algunas congregaciones religiosas que dirigían algunos hospitales robaron criaturas, durante décadas de mujeres tanto solas, como con familias para entregarlas a gentes de posiciones elevadas a cambio de dinero. O, dicho de otro modo, ya ejercieron esta compraventa de criaturas hasta no hace demasiados años con la complicidad de estas instituciones religiosas que se espantan ante la posibilidad de una interrupción voluntaria del embarazo, pero que no tienen escrúpulos a la hora de comerciar con criaturas arrancada de sus madres para ser vendidas.

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¿En beneficio de quién?

         El feminismo lleva años denunciando la profunda patriarcalización de la justicia, tanto en su elaboración que atañe a los tres poderes del Estado.

         Atañe al ejecutivo que manifiesta su voluntad política de elaborar leyes que ha de aprobar, mediante negociación con otras fuerzas políticas si no se tiene mayoría absoluta, en el Parlamento.

         Afecta al legislativo porque es quien ha de aprobar las leyes y darles su forma definitiva.

         Y, por supuesto afecta al judicial que es quien ha de interpretar y aplicar dichas leyes.

         Por tanto, cuando se denuncia esa patriarcalicación de la justicia, en realidad no hablamos solo de la interpretación de las leyes, que también, hablamos, en definitiva, de cómo ese proceso viene mandatado por el sistema patriarcal, cuando no se quiere escuchar a las voces expertas que pueden advertir sobre lo que puede ocurrir si se descuidan algunos aspectos que suelen pasar desapercibidos. Mejor dicho, que el patriarcado se encarga de hacerlos pasar inadvertidos para su mejor gloria y pervivencia.

         Las mujeres lo vivimos en primera persona cuando no se quiere escuchar al feminismo porque siempre salimos perdiendo. Ha ocurrido muchas veces, sobre todo cuando ha habido mayorías absolutas y concretamente cunado esas mayorías han sido de derechas. Y no solo hablo de mayorías políticas, también me refiero a las judiciales.

         Lo estamos viviendo en este mismo momento con la tramitación de la llamada “Ley Trans” en la que, a través de la tramitación de urgencia, impulsada por grupos de presión que están marcando la agenda del Ministerio de Igualdad, y al equipo político que lo dirige, se ha usurpado la necesaria discusión parlamentaria y la imprescindible comparecencia de voces expertas para asesorar a quienes han de aprobar dicha norma, con el menor perjuicio social para la mayoría de la población, que somos las mujeres.

         Ocurrió lo mismo con las advertencias que, desde el feminismo, se hicieron ante la aprobación de la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida como ley del solo sí es sí, que se obviaron dichas advertencias y las consecuencias no se han hecho esperar. Hasta el punto en que ya se ha realizado una modificación y el Tribunal Supremo ha hablado a través del recurso que uno de los condenados por el llamado “caro Arandina” realizó en su momento por su sentencia condenatoria.

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¿En qué se ha convertido la manifestación del Día del Orgullo?

         Hace muchos años leí un artículo de Shangay Lily una expresión que me llamó poderosamente la atención. Comenzaba a hablar del “gaycapitalismo” y de lo que se estaba comenzando a hacer con todo lo relacionado con las conmemoraciones del “orgullo”.

         Ahora no hacen falta explicaciones. Lo vemos año a año. Y, en el colmo de los colmos, hoy me encuentro con que la retransmisión que hizo ayer TVE de la manifestación enfocaba una y otra vez a un grupo de hombres mayoritariamente que han comprado a sus criaturas a través de vientres de alquiler de mujeres, seguramente pobres, que lo hacen para mejorar su situación con todos los riesgos que ello significa. Y solo para satisfacer los deseos de esos hombres que representan perfectamente lo que es el “gaycapitalismo”.

         Otra cosa que me llama la atención poderosamente en estos actos es la presencia mayoritaria de banderolas que representan el movimiento transgenerista tan aplaudido por la mayor parte del colectivo. Gente que representa una misoginia brutal hacia las mujeres en general y hacia las lesbianas en particular enarbolando y formando parte de un movimiento que debería ser reivindicativo. No lo entiendo.

         Miento, si lo entiendo. Y lo entiendo perfectamente. Porque de nuevo el patriarcado juega sus bazas e intenta arrasar con cualquier cosa que suponga un peligro para su supervivencia.

         De ese modo y de nuevo, han convertido un acto que debería ser reivindicativo, en algo disparatado e incluso vergonzoso para las personas que pensamos que se puede amar en libertad y a quien se quiera amar, mas allá de su sexo.

Y recordamos que ser homosexual todavía está penado con la muerte en demasiados países del mundo. O que observamos con terror como las lesbianas son tachadas de transfobas por no querer tener relaciones con hombres que se sienten mujeres. O cómo la ministra de igualdad abandona el feminismo para hacerle el juego a ese gaycapitalismo que ella se empeña en reforzar con su propuesta de ley trans.

         Malos tiempos para las reivindicaciones reales del colectivo, sobre todo de las mujeres lesbianas que, una vez más, han sido aparcadas por el patriarcado en su nueva versión posmoderna y chupiguay.  

         Como feminista radical (de raíz) soy una firme partidaria de que cada cual ame a quien quiera y como quiera y que los derechos civiles sean los mismos para todas las personas independientemente de su orientación sexual. En lo que ya no estoy tan de acuerdo es que los deseos de algunos supongan la opresión de las mujeres lesbianas, por ejemplo. O la practica expulsión del colectivo gaycapitalista.

         Conmemorar los disturbios de Stonewall de 1969 se ha convertido poco menos que en un carnaval y ha dejado de tener nada de reivindicativo. Las personas realmente comprometidas han sido prácticamente expulsadas de ese carnaval de disfraces, colores, música y premios a quien sea más veloz corriendo con tacones. O a folklóricas caracterizadas por su machismo y su sentido rancio de la vida.

         Entiendo perfectamente a algunas amigas lesbianas y algunos amigos gays que han decidido alejarse de ese festival de luz y de color y totalmente vacuo reivindicativamente hablando porque ya no les representa.

         Porque reivindicar la compra de bebés para satisfacer deseos, como que no es muy serio que digamos.

Y si, todo el mundo tiene derecho a amar en libertad y a quien quiera, pero también hemos de recordar que la homofobia sigue presente en nuestro día a día y que las agresiones homófobas han aumentado significativamente. Y este tipo de temas no se combaten con carnavales. O, al menos, ese es mi parecer.

Siento una especie de vergüenza ajena ante este espectáculo avalado por una ministra y todo su equipo que dan alas a ese gaycapitalismo insolidario, neoliberal, i no reivindicativo de nada que no sea “lo suyo” y mucha fiesta. No creo que representen a las personas luchadoras y solidarias que existen dentro del movimiento y que han conseguido desvirtuar los valores básicos de ese movimiento LGTB.

Solo deseo que las personas que siguen en su lucha diaria sean respetadas y no devaluadas como consecuencia de estos espectáculos que podrían calificarse de bochornosos, excluyentes e insolidarios.

Todo mi respeto y admiración a las personas que luchan solidariamente por un colectivo que todavía sufre la homofobia en sus diferentes variantes.

Ben cordialment,

Teresa

Un nuevo ataque a los derechos de las mujeres

         Hace apenas dos días conocíamos la terrible noticia de que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos devuelve a los Estados la potestad para regular sobre el asunto. Están en juego los derechos de treinta y seis millones de mujeres en edad reproductiva, que viven en los veintiséis de los cincuenta Estados que se han anunciado dispuestos a promulgar leyes restrictivas con carácter más o menos inmediato.

         Es un verdadero mazazo para los derechos de las mujeres de Estados Unidos y, por extensión, para el resto de las mujeres del mundo.

         Ayer, con motivo de esta noticia, escuchaba en la radio una reflexión de un señor (cuyo nombre no recuerdo por no haber prestado atención) que me resultó como mínimo curiosa. Soy incapaz de reproducir los datos, pero los dio. Y hablaba de esta medida como consecuencia de los miles de criaturas que mueren cada año como consecuencia de las armas. Por tiroteos o por accidentes de las armas que llevan las propias criaturas a quienes se las entregan sus padres para su autodefensa. Hablaba de la necesidad de procrear para “reemplazar” a las criaturas muertas por armas.

         Este ataque al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo es un ataque a la base misma de los derechos humanos de las mujeres, puesto que es una forma de violencia machista, en este caso violencia estructural.

         Y es estructural porque parte de las estructuras de poder.  En este caso del poder judicial y también del poder legislativo que va a legislar en contra del derecho a decidir de más de la mitad de la población estadounidense, como lo son las mujeres.

         El avance de las derechas nunca es una buena noticia para las mujeres. La derecha, incluso la llamada moderada, siempre hace sentir la influencia de la Iglesia Católica en cualquiera de sus versiones. Y ya conocemos que la Iglesia Católica no se caracteriza, precisamente, por la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres. Por tanto, el resultado de esa influencia siempre conllevará el retroceso en los derechos de las mujeres.

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Criaturas nacidas por vientres de alquiler en tiempos del coronavirus

         Esta semana leía una noticia relacionada con los bebés nacidos por vientres de alquiler en Ucrania y Georgia y que, al estar las fronteras cerradas, quienes les han comprado, no pueden ir a buscarlos. Y en cómo están siendo “almacenados” en hoteles e incluso en casas particulares sin ninguna garantía sanitaria en los dos casos.

Cuando yo era pequeña, ni padre tenía unas cuántas vacas lecheras, cuyos terneritos eran vendidos al cabo de un tiempo porque mantenerlos no resultaba rentable.

Y esa es la imagen que ha venido a mi mente. Estas criaturas sin derechos e incluso sin inscripción en los registros civiles y, por tanto, sin identidad propia, están siendo alimentadas y teóricamente cuidadas por las empresas que se lucran con su venta. Pero en estos momentos de cierre de fronteras no se pueden vender y, por tanto, puede ocurrir que al no “existir” legalmente acaben desapareciendo.

Y por desaparecer me refiero a muchas maneras, porque los órganos infantiles son un mercado negro igual de rentable que el de los vientres de alquiler, y si los productos de los vientres no tienen la salida esperada, siempre se pueden acabar reciclando en otros productos. O el mercado de la pedofilia que también es un negocio ilícito y, a la vez boyante.

La práctica d ellos vientres de alquiler es, en sí misma, aberrante porque atenta contra la dignidad de las madres por ser explotadas reproductivamente y contra la de las criaturas nacidas por este sistema inhumano, porque, como ya he dicho en algunas ocasiones, las priva de su genealogía biológica y del vínculo emocional con su familia de origen. Más

Por la fuerza

         Esta mañana escuchaba en la radio los testimonios desgarradores de tres mujeres muy mayores describir como la condición de mujeres fue decisiva en la forma de ser asesinadas por el franquismo. Además de ser violadas, a veces en grupo, eran torturadas y asesinadas.

Después del golpe de estado franquista, casi toda la población sufrió las consecuencias de la dictadura, pero los peores efectos los sufrieron las mujeres, tanto en la forma de ser asesinadas como las que sobrevivieron a aquellas matanzas, porque ya no vivieron, mal vivieron toda su vida.

Jornadas de trabajo interminables en los campos o sirviendo en las casas de quienes apoyaron el golpe de estado, sin una alimentación adecuada, y en numerosas ocasiones siendo abusadas por los señores y señoritos de la casa o por los propietarios de las tierras, sumaban nuevas formas de tortura para aquellas mujeres.

El asesino felón Queipo de LLano desde los micrófonos de Radio Sevilla despertaba los más bajos instintos de las tropas franquistas animandoles a violar y a asesinar a las mujeres. Esa era una de sus consignas.

Este terrible ejemplo de mujeres asesinadas y violadas por los soldados franquistas no es más que un ejemplo de lo que ocurre en cualquier conflicto armado en cualquier parte del mundo. Que los cuerpos de las mujeres se convierten en territorios que ocupar de cualquier manera. A la fuerza, pero hay que ocuparlos. Son botines de guerra y, a su vez, territorios conquistados.

El patriarcado, en sus múltiples maneras de imponer sus reglas, impulsa la conquista de los cuerpos de las mujeres como diferentes formas de torturas. Quienes ya tenemos unos años, recordamos la guerra de los Balcanes, con el asesino de Milosevich y su estrategia de limpieza étnica en la que las mujeres eran violadas sistemáticamente por las tropas y secuestradas para que no pudieran abortar y, de ese modo, llegar a dañarlas en su ser más profundo.

En las guerras africanas como el genocidio de Ruanda o las guerras del Congo, las mujeres, de nuevo eran violadas para así humillar a las tribus rivales después abandonadas, aún a sabiendas de que sus familias las iban a rechazar precisamente por haber sido violadas. Más

Tiempo de normalizaciones perversas

         La palabra «blanquear» no me gusta porque en demasiadas ocasiones esconde sentidos perversos. Por eso prefiero hablar de normalizar las situaciones que resultan dolorosas o, como mínimo, extrañas.

Para normalizar algo hemos de dejar de verlo como extraño o diferente y darle la pátina de normalidad adecuada. Es el caso de Plácido Domingo y sus denuncias (recordemos que son 20 mujeres) de acoso sexual en Norteamérica. Mientras allá se le ha puesto en su sitio creyendo los testimonios de esas veinte mujeres, cuando ha llegado a la vieja Europa todo son privilegios y parabienes. Así, uno de los principales periódicos de este país en la entrevista que se le realizó, ayudó a normalizar su verdad, ayudando a cuestionar las voces de las mujeres que le denunciaron.

El acoso sexual no tiene que ver solo con el deseo sexual, tiene que ver con el poder. Y en cada ocasión que una mujer es acosada es una clara manifestación de poder. Y cada vez que se cuestiona la voz de una mujer, el poder del patriarcado se agranda.

Con su contratación, la Generalitat Valenciana ha insultado a esas veinte mujeres acosadas y a quienes posiblemente por miedos sufrieron sus acosos y no le han denunciado. La Generalitat Valenciana y aquellas instituciones que le están contratando, le están dando alas a su voz masculina y privilegiada en detrimento de las de las verdaderas víctimas: las mujeres acosadas por él.

Nadie cuestiona que sea un gran artista, pero no nos podemos esconder detrás del arte para justificar cualquier tipo de vejación a las mujeres.

El movimiento Me Too ha venido para quedarse y desenmascarar a quienes creyéndose impunes por su posición, pensaron que desde esa posición privilegiada podían agredir, acosar o violar a las mujeres que desearan. Como el caso que nos ocupa. Y darle voz a los acosadores, aunque sean presuntos, es profundizar en las violencias machistas que sufrimos las mujeres solo por serlo.

Y, negar la existencia de ese tipo de violencias específicas es, sencillamente, negar la realidad de infinidad de mujeres que las sufren cada día. Y, por tanto, normalizar las situaciones de desigualdades que se sufren con cada acoso verbal, físico o cualquier agresión.

Con la entrevista realizada al divo y su publicidad en los grandes medios de comunicación, así como con su contratación por parte de la Generalitat Valenciana, claramente se normaliza la situación de acoso por parte de quienes creen que siguen teniendo el poder sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres y, además se cuenta con la inestimable suma de voces femeninas que les aplauden, dejando así en un mayor grado de vulnerabilidad a las verdaderas víctimas. Más

¿A la Filantropía?

         Hace unos días el cantante anunció que él y su marido van a volver a ser padres. Y lógicamente lo volverán a ser mediante vientres de alquiles como ya lo fue el cantante con sus hijos mellizos y ya, como pareja, con su hija. O sea que por cuarta vez acuden a la explotación reproductiva de entre una y tres mujeres para ver cumplidos sus deseos de paternidad y acabar comprando a sus criaturas.

Además y en el colmo del cinismo lo anunció en la gala de la cena anual de la organización Human Rights Campaign que le entregaba un premio por dar visibilidad y por su defensa del colectivo LGTBI, además de por su filantropía. Habría que preguntar a la o las mujeres que gestaron sus hijos si piensan lo mismo de su filantropía para con ella o ellas.

Basar la satisfacción de nuestros deseos en la explotación reproductiva de mujeres empobrecidas es, desde mi  punto de vista, inhumano y justamente lo contrario del término filantropía que podría ser perfectamente definido como egoísmo. Egoísmo por explotar a mujeres para que gesten para otros con los riesgos que ello lleva para la vida de esas mujeres y las secuelas que les puede generar tanto físicas como psicológicas. Egoísmo por dejar sin genealogía materna a sus hijos a quienes privan de su derecho básico de conocer su ascendencia y por ser el resultado de una transacción económica en el mejor de los casos. O, lo que es lo mismo, ser tratados como mercancía, como productos resultantes de una operación comercial.

Ante el deseo de ser padre existe un recurso llamado adopción y que  puede ayudar e incluso salvar la vida de muchos niños y niñas. Pero como dice el poema de Quevedo «Poderoso caballero es Don Dinero» y hay personajes como estos que utilizan su dinero para, incluso, comprar vidas humanas.

Como ya he dicho en otras ocasiones, tanto los vientres de alquiler como la trata de mujeres con fines de explotación sexual son prácticas que considero delictivas y en las que se hace del todo evidente la gran connivencia entre el patriarcado y el capitalismo. Y se hace evidente porque en ambos casos el fin último, la satisfacción del deseo de paternidad o de satisfacción sexual, se ceba sobre el cuerpo de las mujeres empobrecidas que son utilizadas como materia prima de ambos lucrativos negocios que generan beneficios cuantiosos a los proxenetas y a las agencias de vientres de alquiler. En ambos casos prevalece el deseo de la gente poderosa frente a los derechos de las mujeres empobrecidas por el propio sistema capitalista que permite su explotación sexual y reproductiva.

Pero estos dos personajes conocidos mundialmente no son los únicos que han recurrido a esta forma de explotación de mujeres. Tenemos personajes y personajillos sin salir de casa. Miguel Bosé y su expareja, el arquitecto Nacho Palau, compraron también cuatro hijos. El actor Javier Cámara, hizo lo mismo con dos mellizos. El cantante Miguel Poveda con su hijo. El presentador Jaime Cantizano con su hijo. El también presentador Kiko Hernández con sus dos mellizas. Carmen Cervera también con sus mellizas o Tamara Gorro con su hija. Como vemos todos ellos y ellas gente pudiente que se puede permitir la compra de sus criaturas. Más

Una nueva tomadura de pelo

     Esta semana y, de nuevo, las mujeres hemos tenido que salir de nuevo a las calles para reclamar el cumplimiento de los compromisos adquiridos con nosotras. Se trata de la reducción de la partida de doscientos millones que se contempla en el pírrico Pacto de Estado contra la Violencia Machista para los Presupuestos Generales del 2018 que, como sabemos, están por aprobar.

Solo se han presupuestado ciento treinta de esos millones. Los setenta restantes desaparecieron por arte de magia. Y yo me sigo preguntando lo mismo ¿tan poco les importa la protección integral de nuestras vidas de mujeres y criaturas para actuar de esta manera tan inhumana?, ¿Acaso los impuestos que pagamos las mujeres no tienen el mismo valor que los que pagan los agresores sean del tipo que sean?

No perdamos de vista que quienes aprueben esos presupuestos están atentando contra nuestra integridad al permitir que la partida pactada no salga como inicialmente como estaba prevista. No olvidemos que esa falta de acción también es violencia. Se llama violencia de género institucional y tiene muchas caras y entre ellas está esta, la de recortar recursos sin importar las consecuencias, aunque ello comporte la pérdida de vidas de mujeres y criaturas.

Quien vote a favor de unos presupuestos sin la partida inicial que preveía el Pacto de Estado estará dando por válidas las políticas que ejercen violencia contra nosotras y nuestras criaturas y que, por tanto, permiten que nos asesinen.

Me da igual el color político, puesto que a estas alturas estoy más que harta de la palabrería que se utiliza de manera demagógica por casi todos los líderes políticos. Estoy harta de lacitos morados. O negros según sea la ocasión. No me valen los símbolos si estos no van acompañados de realidades. No me valen las palabras si no van acompañadas de hechos. Y hechos por parte de quien puede hacerlos, de momento, no veo ninguno. Y en política, tan importantes son las palabras como los hechos. Que no se nos olvide. Más

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Alicia Murillo Ruiz

Alicia Murillo Ruiz