Normalizado

        

Esta semana hemos comprobado cómo se abrieron todos los informativos de radio, Tv así como los periódicos llevaban a sus portadas de papel y digitales con el asesinato de un sacristán en Algeciras a manos de un joven musulmán.

         Ha habido declaraciones de toda clase por parte de la gente que se dedica a la política, a los medios de comunicación, a las tertulias, etc. y en todos los sentidos. Incluso algunas de ellas daban verdadera vergüenza escucharlas.

         No seré yo quien diga que el asesinato de esta persona no haya sido importante, en absoluto. Por supuesto que lo es. Como todos los asesinatos y muertes violentas.

         Y digo esto, porque igual que me parece importante el asesinato de este sacristán de Algeciras, me parecen importantes todos y cada uno de los asesinatos de mujeres y criaturas por violencias machistas incluida la vicaria.

         Sin embargo, parece que se han normalizado estos asesinatos de mujeres y criaturas a manos de asesinos machistas. Que ya forman parte del “paisaje” habitual. Como si la muerte de tantas mujeres cada año fuera una especie de peaje que se tuviera que pagar para seguir avanzando, olvidándonos del sufrimiento previo de estas mujeres, así como del hecho de que tenían derecho a vivir una vida libre de violencias sin que nadie se la arrebatara, a su voluntad y sin las víctimas pudieran hacer nada.

         Y digo nada porque hasta los sistemas de protección están fallando. Desde las instituciones las animan a denunciar, como si fuera tan fácil, para después dejarlas a su suerte en demasiados casos.

         La ley de medidas de protección contra la violencia de género fue un gran avance, no lo niego en absoluto, pero tiene casi veinte años y la sociedad ha cambiado mucho en estos años, por tanto aquella “foto fija” del momento en que se aprobó ha cambiado. En lógica consecuencia, la ley habría que actualizarse.

         Así mismo habría que fiscalizar mejor el destino de los fondos del Pacto de Estado y vigilar que ese dinero cumple en realidad los objetivos a los que debería ir destinado. Invertirlo en prevención y sensibilización para avanzar en la erradicación de todas las violencias machistas y, como consecuencia, en evitar los asesinatos de mujeres y criaturas a manos de machistas recalcitrantes que temen perder el control sobre ellas.

         Normalizar estos asesinatos forma parte básica de otra estrategia que es la más peligrosa de todas: conseguir que se pierda importancia, de nuevo, de estos hechos socialmente y que, de ese modo, se deje de hablar de ellos y se invisibilicen. Forma parte de otro tipo de violencia machista: La estructural

         No podemos olvidar que la violencia estructural de género o machista es aquella que se ha ejercido a lo largo de la historia como consecuencia de la naturalización de las diferencias biológicas entre mujeres y hombres. Y que esa naturalización dio paso a las desigualdades que se asentaron en las diferentes sociedades e instituciones que las gobiernan.

         De ese modo era «natural» que las mujeres estuvieran fuera de los espacios de toma de decisiones de toda índole. Decisiones que también las afectaban.

         Esta forma de exclusión patriarcal ha tenido como consecuencia directa el no haber tomado en consideración las necesidades propias de las mujeres y niñas en temas muy variados de sus vidas y que hayan sido tratadas como un único «corpus» sin voz ni apenas presencia y teniendo que ser representados por los varones de las familias que, en demasiados períodos de la historia, las han tenido consideradas como seres de segunda clase a quienes podían usar y explotar a su antojo.

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Complicidades masculinas

         En demasiadas ocasiones en los medios de comunicación escucho a los hombres condenar los asesinatos machistas con mucha contundencia. Y me alegro cada vez que los escucho. Suelen ser políticos cuando asesinan a alguna de sus convecinas o algún que otro presentador de informativos que, cunado da la noticia del asesinato de una mujer o la violación grupal de mujeres, se le nota la rabia e, incluso en algunos momentos, la deja ir llegando a ser “políticamente incorrecto” en los calificativos que dedica al agresor o al asesino. No voy a negar que me alegra.

         Pero salvo honrosas excepciones, ¿Dónde están los hombres?, ¿Dónde sus denuncias de estos asesinatos, violaciones etc.?, ¿Dónde están sus voces de condena contundente ante chistes machistas, imágenes que denigran o cosifican a las mujeres? No, no están, salvo, insisto, honrosas excepciones.

         Y no están, porque significaría renunciar a sus privilegios y eso no nos gusta a nadie.

         Significaría, además, romper con las complicidades tejidas con otros hombres con los que compartir privilegios y salirse de un sistema que se sostiene gracias a esos privilegios y al sostén y protección que entre ellos se procuran.

         Y lo vemos claramente en la aplicación de leyes sobre delitos cometidos contra la integridad física o emocional de las mujeres cuando siempre hay alguien que cuestiona las voces femeninas para favorecer las masculinas.

         Lo vemos también en la difusión de ese mismo tipo de noticias y en cómo las mujeres, incluso con las que tienen responsabilidades públicas, en algún momento son calificadas en base a sus atuendos y no a sus buenas o malas praxis. Y eso nunca ocurre con los hombres.

         También lo vemos en mas manifestaciones y declaraciones contra el sistema prostitucional en donde las voces de los hombres, prácticamente en su conjunto, desaparecen. No conozco ni a un solo hombre que reconozca haber consumido mujeres y, sin embargo, el Estado Español es el mayor consumidor de mujeres de toda Europa y el tercero del mundo. Las complicidades masculinas en este tema en concreto son, al menos para mí, alarmantes.

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¿Dónde están los hombres?

Ésta es una de las preguntas para las que me gustaría encontrar respuesta cada vez que asesinan a una mujer para ser mujer. Sí, aparecen en las concentraciones convocadas en las puertas de las instituciones. Hacen declaraciones políticamente correctas, apuestan por la condena pública, faltaría más, pero eso no responde a mi pregunta: ¿Dónde están los hombres día a día cuando callan, o hacen chistes misóginos o cosas peores? ¿No se sienten interpelados cada vez que una mujer es asesinada por otro hombre?

Quizás son demasiados años de activismo feminista, pero empiezo a tener ganas de gritarles que ya es hora de que ellos también se mojen de otro modo ante los asesinatos machistas y las violencias machistas que sufrimos las mujeres. Empiezo a ver que, mientras no se sientan interpelados en sus privilegios patriarcales y reaccionen abiertamente, cuestionando el hecho de que estos privilegios han sido construidos sobre la base del sufrimiento de las mujeres, las condenas, o su presencia en las concentraciones, será sólo testimonial. O como dice mi madre, sólo para salir en la foto.

Quiero más voces masculinas como la de Miguel Lorente Acosta que lo pone todo patas arriba y cuestiona sus propios privilegios. Otras voces masculinas lo intentan, pero a poco que rascas, se les ve el plumero patriarcal con rapidez.

Bajo el paraguas de las llamadas “nuevas masculinidades” han aparecido algunas voces que quieren cambiar cosas. Pero me da la impresión de que quieren cambiarlas desde su posición preeminente o dicho de otro modo, simplemente maquillarlas. No acaban de empatizar con las mujeres víctimas de todas las violencias machistas. No sienten compasión por ellas. Y hablo del término «compasión» en sentido humano. No saben entender su sufrimiento en manos de otros hombres. Y, por tanto, no pueden sentir el problema como propio.

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Hacia un 25 de noviembre y HARTAS!!!

         Solo faltan unos días para conmemorar, de nuevo, el 25 de noviembre, Día Internacional contra las violencias hacia las mujeres. Y de nuevo, hemos de manifestar que estamos HARTAS de tantas violencias como se ejercen contra nosotras.

         HARTAS de que nos asesinen por ser mujeres. En lo que llevamos de año han sido asesinadas, según la web feminicidio.net, 69 mujeres y niñas hasta el 07/11/2021. Mujeres asesinadas por feminicidio íntimo o no, por el hecho de ser mujeres. Y después nos intentan vender que el hecho de ser mujer es solo un sentimiento. Lo será paralas chupiguays, pero no para las más de mil cien mujeres (1.118 a fecha de hoy) asesinadas por ser mujeres desde que se comenzaron a contar este tupi de asesinatos (que no muertes) en 2003.

         HARTAS por no comprender que más de mil cien mujeres que quedaron sin voz y sin vida por haber nacido mujeres y haberse tropezado en sus vidas con asesinos malnacidos que las creyeron de su propiedad y, por ello, con el derecho de asesinarlas.

         HARTAS por saber que cada cuatro minutos se viola en el Estado Español a una mujer según el propio Ministerio del Interior y que se sigue sin implementar la educación afectivo sexual en las aulas y en los curriculums de los centros educativos, incluso de infantil.

         HARTAS de que la pornografía en abierto sea la escuela en donde nuestra juventud se está educando sin que los Ministerios afectados (consumo, educación, igualdad, derechos sociales, etc.) intervengan y prohíban ese tipo de publicaciones en abierto. Publicaciones a las que acceden nuestros jóvenes, cada vez más jóvenes y copian toda la violencia que se ejerce contra las mujeres en sus primeras relaciones. Y ellas sin alternativa por, precisamente, falta de referentes por falta de educación afectivo sexual y emocional.

         HARTAS de comprobar cómo las violaciones en grupo van aumentando sin que se tomen medidas para frenarlas y que, además, las sentencias patriarcales sean relativamente livianas respecto del dolor causado a las víctimas.

         HARTAS de no poder ir a tomar una copa con tranquilidad por temor a ser drogadas con el fin de ser violadas posteriormente por sumisión química y que, además, los propietarios de algunos locales sean cómplices.

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¿Dónde está el Ministerio de Igualdad?

         Esta semana nos enterábamos de una nueva violación en grupo a una joven con tan solo dieciséis años. En Igualada. Los violadores, después de perpetrar su crimen, la dejaron tirada y semidesnuda en un polígono. Quizás pensaron que estaba muerta. La dejaron como se deja una cosa tirada porque ya es inservible. La encontró un camionero que la socorrió y posiblemente le salvó la vida.

         Solo espero que encuentren a los violadores y que el peso de la ley caiga sobre ellos, aunque ya sé, porque ha pasado en otras ocasiones, que se buscará su exculpación revictimizando a la muchacha herida de por vida, aparte de los desgarros sufridos tanto en la vagina como en el ano.

         El Ministerio, que últimamente solo se comunica desde twitter, mando mucho cariño tanto a la víctima como a su familia. Nada más. Es indignante. Y real. Las políticas de prevención de todas las violencias machistas están desaparecidas. Y ahora se dispone de dinero para implementarlas. En fin…

Los disparates que estamos viviendo en esta legislatura en materia de igualdad no tienen parangón. Las políticas que deberían ir a potenciar la lucha contra las desigualdades que vivimos las mujeres y las niñas, están completamente desaparecidas. Y lo que es peor, con la legislación que se quiere aprobar, si se consigue, se llevará a cabo un importante menoscabo no solo de los derechos ya conseguidos, también un progresivo borrado de las mujeres como sujetos políticos con necesidades específicas.

Parece que la ministra Montero y todo su equipo estén trabajando para las grandes multinacionales farmacéuticas y que, por tanto, los intereses de las mujeres carecieran de importancia, cuando en realidad deberían estar al servicio de los intereses de las mujeres.

Según el Ministerio del Interior, entre enero y septiembre de este mismo año, se denunciaron mil seiscientas una violaciones o, lo que es lo mismo, una violación cada cuatro horas. Pero al parecer este dato carece de importancia para un Ministerio que se dedica a hacer políticas neoliberales e insolidarias, pero que les parecen chupiguays.

En la manifestación por los derechos de las mujeres del pasado veintitrés de octubre (a la que asistí y por lo que no pude escribir esa semana) se gritaron consignas que harían sonrojar de vergüenza a cualquier persona que se dedique a la política, salvo a Díaz Ayuso que no sabe lo que es la vergüenza.

Ni Montero de Unidas-Podemos ni nadie del PSOE ha forzado la convocatoria de una reunión al más alto nivel para analizar lo que está pasando. Y es que ambos partidos no han vendido a las mujeres, nos han utilizado porque algunos lobbies les han cegado con “sus” intereses particulares que han considerado de superior importancia a los problemas que tenemos algo más de la mitad de la población que somos las mujeres.

Todas las grandes organizaciones tienen en su interior este tipo de grupos de presión que, por estar formados mayoritariamente por hombres, llegan a imponer sus dictados a toda la organización, pasándose los avances de las mujeres y todos los problemas que seguimos arrastrando por el arco del triunfo. Practican e imponen, a sus respectivas organizaciones la insolidaridad, y unos criterios un tanto dudosos de la ética política e incluso sindical. Confunden “sus” derechos con los derechos universales, olvidándose de los derechos de las mujeres que tanto han costado de conseguir.

Como consecuencia directa de esto, ninguna política para erradicar violencias machistas, ninguna acción para prevenir las violaciones, ninguna política para abolir la prostitución, ni la pornografía que nos cosifica y un largo etc. Porque mientras se siga apoyando la pornografía, la prostitución, los velos…desde instancias oficiales, la consecuencia es la cosificación y la desvalorización de las mujeres en todos los ámbitos. Y lo estamos viendo cada día.

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Lo que nos queda por hacer todavía…

        Esta semana he vivido una situación de machismo en toda regla y, aunque no voy a dar detalles, quiero reflexionar sobre la teoría y la práctica del feminismo.

         Como es sabido llevo más de veinte años escribiendo sobre feminismo y sobre cómo las violencias machistas de todo tipo inciden sobre la vida de las mujeres. Y también y sobre todo en cómo el sistema patriarcal difumina esas violencias para que sean difícilmente detectables socialmente y, por tanto, justificables a la vista del conjunto de la ciudadanía.

         Pues bien, ante la situación vivida, mejor dicho, sufrida, le explicaba a un par de personas que era una situación de mantenimiento de privilegios machistas ante la posibilidad de sentirse amenazado. Nadie lo veía de esa manera. Veían hostilidad, arrogancia, etc, pero no machismo. Alucinaba.

         El incidente o, mejor dicho, el cúmulo de incidentes me hizo reflexionar sobre en cómo el feminismo ha de seguir haciendo intervención de forma cotidiana para que las conciencias de mujeres y hombres se vayan abriendo. Unas para detectarlo en la parte más sutil e incluso en forma de micromachismos cotidianos y los otros para revisarse y revisar comportamientos propios y ajenos.

         Cuando se lo explicaba a una compañera amiga, su respuesta totalmente honesta fue la de “seguramente tengas razón, pero yo no lo veo”. Y le agradezco esa honestidad porque me lleva a revisar esa parte de tolerancia que seguimos teniendo con esos comportamientos sutiles de dominación y de supremacismo masculino y machista.

         Están ahí y se justifican casi siempre. Da igual que sean parejas, amigos, compañeros, coincidentes laborales, etc. Están ahí y actúan así, pero cuando se lo haces notar, se enfadan y se lo toman como un insulto como si en realidad les estuviéramos contando una mentira. Y solo se lo hacemos notar para que intenten reaccionar y poner su grano de arena para mejorar este mundo en el que tenemos que convivir mujeres y hombres.

         Me entristece profundamente saber que, pese a los avances realizados en las últimas décadas, en lo diario, en lo cotidiano siguen dándose situaciones que, precisamente por cotidianas, cuestan tanto de desmontar y, por tanto, de visibilizar.

         Pese a los estudios, a las posiciones que se tengan socialmente, se siguen justificando e invisibilizando y eso permite su pervivencia. Porque las violencias machistas pueden ser tan invisibles que no las reconozcamos, pero están ahí.

         No solo es violencia machista la de los golpes físicos. Hay muchos más tipos de violencias machistas: la simbólica, la psicológica, la estructural, etc. Y esas, por más invisibles son más dañinas porque dejan a la víctima con la responsabilidad social de la duda de si lo que vive es lo normal y socialmente aceptado o quizás se lo esté inventando para culpabilizar al agresor. Y lo que es todavía peor, se cuestiona su salud mental.

         Triste muy triste que sigamos sin avanzar en la erradicación de estos comportamientos tan sutiles como dolorosas para las mujeres solo por ser mujeres y que la falta de formación impida la detección de estas situaciones tan dolorosas para tantas y tantas mujeres. Más

Inicio de curso

Como cada año a mediados de septiembre, vuelvo a estas líneas a intentar aportar mi granito de arena al feminismo actual, con mis reflexiones y mis artículos sobre este maravilloso movimiento que, en algunos momentos, ha sido mi puente de salvación y un puerto donde refugiarme de mis propias tormentas personales.

Este año sufrimos, aparte de la pandemia mundial por el COVID-19 otra igual de importante, al menos para mí, y que pretende ni más ni menos, que el borrado de las mujeres del espacio público.

Siempre he dicho que el patriarcado se reinventa y se camufla para mantener el orden de privilegios que les otorga a los hombres dicho sistema jerárquico de dominación-opresión. Pues bien, en estos momentos existe una gran ofensiva patriarcal a la que el movimiento feminista va a tener que seguir haciendo frente.

Hay grandes frentes abiertos. A saber, mejor dicho, a recordar:

  • La abolición de la prostitución y de la pornografía como formas de violencias extremas contra las mujeres y las niñas. Y por tanto de la trata de personas con fines de explotación sexual
  • La prohibición expresa de la explotación reproductiva de las mujeres en forma de vientres de alquiler.
  • La actividad permanente en la denuncia del borrado de las mujeres que algunos partidos posmodernos y de la pseudo izquierda quieren legalizar al menos en el Estado Español.
  • La mejora en la lucha contra las violencias machistas que, como acabamos de ver en la macroencuesta sobre el tema, constatamos que son unas violencias que no solo no cesan, sino que aumentan. Es necesaria y urgente una reforma de la actual legislación en esa materia, para reforzar la prevención, la educación afectivo sexual en las aulas y la coeducación como sistema que refuerza relaciones humanas simétricas y horizontales además de, por supuesto, no jerarquizadas entre las mujeres y los hombres.
  • La mejora en la investigación sobre la salud específica de las mujeres más allá de los períodos específicos del embarazo y la lactancia. Y también y por supuesto, adecuar la investigación farmacológica a las características específicas de los cuerpos de las mujeres y sus propias fisiologías y metabolismos específicos.
  • Mantener la denuncia sobre la hipersexualización de las niñas desde su más tierna infancia, con fines comerciales o de otra índole, como el soporte a la pedofilia o a los abusos de estas niñas.
  • Por supuesto mantener una actitud absolutamente beligerante con la mutilación genital femenina, no solo en el Estado Español, sino en todo el mundo y combatirla con información, sensibilización y formación en origen.
  • No podemos dejar de mantener las luchas contra las segregaciones laborales horizontales y verticales que sufrimos las mujeres. Así como las brechas salariales e incluso digitales que nos afectan por ser mujeres. Hemos de combatirlas con uñas y dientes cada día.

Seguro que se me “olvidan” ahora y aquí muchos temas. Convencida estoy de ello. Temas como los problemas de las mujeres inmigrantes, las refugiadas, las que tienen diversidad funcional o intelectual, las mujeres negras o las indígenas, y así un largo etc. Pero todas, absolutamente todas, tenemos algo en común: la opresión patriarcal. Más

Paso al frente

         Estoy completamente segura que este será el post que más me va a costar escribir. Este blog va a cumplir catorce años. Durante esos catorce años y alguno más anterior, llevo escribiendo periódicamente cada quince días, excepto en las vacaciones. Y hoy eso va a cambiar.

No voy a negar un cierto cansancio y por eso mismo voy a dejar esa periodicidad tan concreta y voy a asumir una cierta libertad para escribir. Y esta vez no me voy a comprometer con las fechas.

No voy a cerrar el blog, que no se asuste nadie. Sencillamente escribiré cuando lo necesite y no por obligación. Hacerlo por obligación ha acabado por convertirse en algo poco creativo y muy obligado. Y escribir y sobretodo escribir sobre temas relacionados con el feminismo y con las eternas desigualdades que sufrimos las mujeres, requiere una dosis de creatividad pese a la dureza de los hechos que acontecen día a día.

No pienso abandonar la pluma, os lo aseguro, pero necesito despertarme cada domingo sin la sensación en la boca del estómago que me recuerde que «hoy toca escribir» y con la eterna duda de «¿no me estaré repitiendo demasiado?». Obviamente nos sobran motivos para escribir no cada dos semanas, incluso cada día, pero al final cuesta, cuesta bastante después de más de catorce años escribiendo sobre estos temas.

El blog va a quedar abierto e iré actualizándolo cada vez que tenga necesidad de escribir.

Me he puesto en contacto con las agencias de noticias y les he comunicado mi decisión y en todos los casos me han dejado la puerta abierta para que cuando escriba algo lo mandé y lo seguirán publicando. Y, también en todos los casos me han agradecido mi dedicación y mi compromiso. Más

La guerra contra las mujeres

            Decía recientemente Rosa Cobo Bedia en sus redes sociales que «La derecha esta vez va a por todas y ha elegido al feminismo como el primer objetivo a batir». Sencillamente puso palabras a mis pensamientos.

También Sylviane Dahan acertó poniendo nombre a mis pensamientos cuando en la presentación del manifiesto «La paz de las mujeres» habló de que «Sin haberse declarado formalmente estamos en una clara guerra contra las mujeres por parte del patriarcado y que se libra en todo el mundo para mantener la dominación masculina sobre las mujeres.»

            En ambas expresiones se pueden resumir lo que estamos viviendo estas últimas semanas. Porque al capitalismo neoliberal que utiliza los cuerpos de las mujeres como materia prima para comerciar con ellos en la prostitución y los vientres de alquiler, ahora se han unido sin ningún pudor las derechas políticas que abogan por eliminar la igualdad entre mujeres y hombres como amplio concepto político.

Exigir la eliminación de recursos económicos contra las violencias machistas es, en sí mismo, expresar la supremacía de los hombres a poder actuar como les venga en gana contra las mujeres sin consecuencias. Incluso violarlas y matarlas sin apenas consecuencias judiciales como ya estamos comenzando a ver. Pero que además sea una condición para forzar un cambio de gobierno es, sencillamente, deleznable.

Y si esta situación es, en sí misma ya miserable y de poca catadura moral, todavía peor lo es el hecho de querer gobernar a partir de esa condición previa, puesto que demuestra que nada importa con tal de llegar al gobierno.

A las mujeres nunca nos ha ido bien cuando han gobernado las derechas, pero es que ahora nos están advirtiendo de que directamente van a por nosotras.

La brutal reacción patriarcal que han tenido frente a la explosión de feminismo que vivimos en la pasada huelga del 8M solo puede ser combatida con más  feminismo. Y este año recién nacido lo hemos de aprovechar para combatir a esa gente a quien nuestras vidas y nuestra seguridad no les importa nada.

Si al final se acaba formando gobierno en Andalucía se estará enviando un claro mensaje a las mujeres y las niñas: Vuestra seguridad y vuestras vidas no tiene valor para nosotros. Son, solo, monedas de cambio con las que negociar un gobierno.

Y yo me pregunto ¿Cómo pretenden gobernar de espaldas a la mitad de la población que somos las mujeres? La peor cara de la derecha ha sido mostrada en Andalucía y los tres líderes políticos han de valorar que en mayo volvemos a las urnas pero que antes está de nuevo, la convocatoria de otra huelga feminista para el próximo 8 de marzo.

Pero hemos de recordar que tanto el PP como Ciudadanos votaron en el Congreso el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, con lo cual (y de nuevo) están incumpliendo su propia ética política al aceptar estas imposiciones por parte del tercer partido para poder formar gobierno.

Tampoco podemos olvidar que el candidato del PP, Juanma Moreno Bonilla, fue el Secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad entre 2011 y 2014, parte de la primera legislatura de Rajoy. ¿Acaso no aprendió nada durante aquella etapa? Bueno sí que aprendió algo y que, por lo visto ahora le va a venir de lujo: Aprendió a desmantelar y recortar todo lo que previamente se había conseguido en formación y sensibilización contra la violencia de género.

También conviene recordar que hasta hace unos meses los de Ciudadanos que ahora compiten también por gobernar con la derecha andaluza estuvieron dando su apoyo al PSOE en Andalucía para que siguiera gobernando Susana Díaz. Pero de esta formación política cabe esperar de todo. Con tal de hacerse visibles son capaces de olvidarse de su ética política y de girar constantemente a la derecha para así intentar mimetizarse con todo ese espectro de ranciedad y conservadurismo.

Sí, como afirma Rosa Cobo, van a por todas e intentando batir al feminismo creen que van a poder volver a dominar a las mujeres. Pero me permito recordarles que, entre los logros del feminismo actual está haber hecho caer a Ruíz Gallardón cuando intentó cambiar a peor la ley del aborto. Más

Algo está cambiando

            El asesinato de Laura Luelmo ha conmocionado a toda la sociedad. La juventud de Laura, su profesión y el hecho de que saliera a hacer deporte y no volviera jamás sean, quizás, los indicadores de esta mayor conmoción.

Las reacciones no se han hecho esperar y la noticia del asesinato reavivó la polémica sobre la prisión permanente revisable que los partidos de derecha han utilizado torticeramente para fijarse en el asesino y no en la víctima y en los derecho de la misma.

La utilización partidista del asesinato de esta mujer pone de relieve qué políticas tienen previstas los diferentes partidos para prevenir los asesinatos de mujeres. Y, la verdad es que con algunas propuestas me ha entrado miedo, más miedo si cabe.

Para mí, una de las grandes diferencias que existen entre la derecha y la izquierda (al margen de lo económico) es que mientras los partidos de derecha actúan sobre lo inmediato y a veces irreflexivamente, la izquierda actúa más a largo plazo y a veces con exceso de reflexión. Y me explico.

Si observamos las reacciones de la derecha, sus propuestas siempre son punitivas y cortoplacistas. La prisión permanente revisable, el aumento de las penas, etc. Todo ello encaminado a castigar a los agresores y/o asesinos. Pero siempre cuando la agresión ya se ha producido y la víctima de dicha agresión, si ha sobrevivido a ella, consigue que la crean. Ni una palabra de prevención ni de sensibilización.

En cambio, la izquierda promueve cambio de valores en la educación, sensibilización en la igualdad entre mujeres y hombres, etc. y mientras nos siguen asesinando por ser mujeres.

Pese que me identifico con los valores de la izquierda, no puedo más que exigirle una mayor premura en su toma de decisiones y que se actúe con mayor celeridad para evitar más asesinatos de mujeres y de criaturas.

Es necesario un cambio de paradigma social y dejar de poner el acento sobre las mujeres y comenzar a ponerlo sobre los hombres. Implicarlos en la prevención de las violencia machistas, apelar a que condenen todas y cada una de las agresiones que sufrimos por ser mujeres cada día.

Hay que interpelarlos en sus privilegios y recordarles que lo que desde el feminismo se exige el la igualdad real y, por tanto la libertad de andar por la vida sin miedos a ser agredidas física o verbalmente por ellos. Que no estamos siempre disponibles para colmar sus deseos. Que no somos usables en cualquier momento y que, en definitiva, somos seres humanos. Como ellos.

Ya sé que lo que digo es muy básico, pero estoy un poco harta de señores estupendos que se sienten privilegiados en su estatus de hombres progresistas que no sienten que estos asesinatos sean, también, asunto suyo. De los conservadores, ya, ni hablo.

Cada asesinato de una mujer o una criatura es un fracaso social colectivo que nos atañe a todas las personas que, en algún momento dado, pudiendo haber actuado, no lo hicimos. Y no se trata solo de acudir a paros o concentraciones cada vez que una mujer ha sido asesinada. Se trata de posicionarse frente al maltrato de forma activa y públicamente. Se trata de revisar y cortar de raíz los micro machismos que cada día y que, en demasiadas ocasiones inconscientemente, repetimos. Se trata de revisar nuestras conductas y canalizarlas hacia una verdadera igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.

Cada cual en su propia medida actúa como agente social y, por tanto, también influye en el comportamiento de algunas personas de su alrededor. Y por tanto puede actuar reeducando a su entorno más cercano. Un ejemplo de mi propia vida personal. Un día estaba en un semáforo junto a un niño y una señora. Esperábamos que el semáforo se pusiera verde, pero al no haber tráfico, intenté cruzar la calle con el semáforo todavía rojo. Di un paso y escuché exclamar al niño «¡¡pero si está en rojo!!». Volví sobre mis pasos y le di la razón al niño y esperé a que el semáforo estuviera en verde. Aquel niño desconocido me hizo entender que, sin buscarlo yo, que era una extraña en su vida, actuaba de modo poco conveniente para su educación. A eso me refiero. Porque al reflexionar sobre la anécdota comprendí hasta qué punto nuestras acciones más cotidianas pueden ser modelo para otras personas. Tanto en lo positivo como en lo negativo. Más

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Alicia Murillo Ruiz

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